Joan is awful. Cesión de derechos y esclavitud digital

 

El primer episodio de la sexta temporada de Black Mirror, «Joan Is Awful», es una crítica mordaz a la industria del streaming, pero además, es un manual de advertencia sobre los peligros de aceptar contratos digitales sin leerlos.

La trama gira en torno a Joan, una ejecutiva cuya vida es convertida en una serie de televisión por Streamberry (Netflix), gracias a una cláusula oculta en los términos y condiciones que aceptó sin revisar. Este episodio, explora cómo la cesión de derechos de imagen, datos personales y privacidad pueden desencadenar consecuencias catastróficas, algo que ya ocurre en nuestra realidad con redes sociales, aplicaciones de reconocimiento biométrico como Worldcoin, y servicios digitales.

Términos y condiciones

La ilusión del: ¿consentimiento informado?

En «Joan Is Awful», Joan firma un contrato que permite a Streamberry acceder a sus dispositivos, grabar su vida y usar su imagen mediante CGI. Esto refleja un problema real: el 90% de los usuarios aceptan términos sin leerlos, exponiéndose a cláusulas abusivas como:

  • Cesión de derechos de contenido: Plataformas como Instagram o TikTok pueden usar fotos o videos subidos por usuarios para fines comerciales sin compensación. Incluso entrenar modelos de IA de esas redes sociales, incluso Grok.

  • Acceso a datos biométricos: Empresas como Worldcoin recopilan escaneos de iris a cambio de criptomonedas, creando bases de datos vulnerables a hackeos o uso gubernamental.

  • Renovaciones automáticas: Servicios como Netflix o Spotify incluyen cláusulas de facturación recurrente, a menudo difíciles de cancelar.

La paradoja de la «libertad contractual»

Los términos y condiciones se amparan en el principio de libertad contractual, pero su redacción técnica y extensión (hasta 32 páginas) los hace ilegibles para el usuario promedio. Esto se compara con el cuento de Rumpelstiltskin, donde las víctimas firman pactos sin entender las consecuencias. En el episodio, Streamberry usa esta ambigüedad para justificar la explotación de Joan, algo que empresas reales replican al modificar cláusulas sin notificar claramente. «Cambios en nuestras condiciones contractuales» (¿les suena?)

Riesgos reales más allá de Black Mirror

Redes sociales: La monetización de la intimidad

  • Perfiles cognitivos: Plataformas como Facebook crean «huellas digitales» detalladas basadas en likes, tiempo de visualización y mensajes privados, vendiéndolas a anunciantes.

  • Deepfakes y suplantación: Herramientas de IA permiten crear videos falsos con el rostro de cualquier persona, como ocurrió en el episodio con Salma Hayek. En 2024, un 67% de los deepfakes se usaron para extorsión o crear desinformación.

Biometría: El iris como moneda

Worldcoin, proyecto fundado por Sam Altman, promete criptomonedas a cambio de escanear el iris. Los riesgos:

  • Robo de identidad: Bases de datos biométricas son objetivo prioritario de ciberdelincuentes.

  • Vigilancia masiva: Gobiernos autoritarios podrían usar estos datos para control social, como sugiere el episodio con el monitoreo constante de Joan 15.

IA generativa: ¿Creatividad o explotación?

Streamberry usa un «quamputer» (computadora cuántica) para generar contenido basado en vidas reales, un guiño a herramientas como ChatGPT o DALL-E. En 2023, el Sindicato de Guionistas de EE.UU. alertó que estudios como Disney exploraban reemplazar escritores con IA, violando derechos de autor y ética laboral. El final de muchos empleos está más cerca si todo el mundo entrena modelos como el de ChatGPT en modelos de negocio viables.

Consecuencias legales y sociales

  • Pérdida de autonomía: Como Joan, los usuarios pierden control sobre su imagen y datos. En 2024, una influencer demandó a una marca por usar su avatar digital sin permiso, un caso similar al de Hayek en el episodio. Esto será más normal. Incluso personajes como Marc Vidal llevan meses informando de perfiles falsos recomendando inversiones o recomendando formaciones que ellos ni apoyan ni conocen. Esto irá a más

  • Normalización de la vigilancia: Aceptar cookies o permisos de micrófono habilita el rastreo constante, algo que Black Mirror critica al mostrar cómo Streamberry espía a Joan mediante su teléfono móvil. Esto es algo normal, cundo usamos aplicaciones a los que damos permisos de contactos, cámara y micrófono.

  • Erosión de la privacidad: El 65% de las aplicaciones recopilan datos sensibles, según un informe de 2024. Esto incluye desde ubicación hasta patrones de sueño, metadatos en imágenes o vídeos, etc.

Cómo protegerse en un mundo de «Joanes» potenciales

  • Herramientas de resumen: Usar plataformas como Tosdr.org o Clickwrapped.com para analizar términos y condiciones.

  • Configuración de privacidad: Limitar permisos de apps (ej.: desactivar micrófono en WhatsApp si no se usa para videollamadas).

  • Alternativas éticas: Preferir servicios como Signal (mensajería encriptada) o ProtonMail (correo seguro). Evitar Google, Microsoft, Apple, Tiktok o Meta

  • Educación digital: Campañas como «Leer antes de aceptar» promovidas por la UE desde 2024. Algo bueno hace gentuza como la de la Comisión Europea

¿Somos todos «Joan»?

«Joan Is Awful» no es ciencia ficción, sino un reflejo amplificado de nuestra realidad. La cesión imprudente de derechos digitales, ya sea por comodidad o desconocimiento, nos convierte en protagonistas involuntarios de un sistema que monetiza hasta nuestro malestar, como hace Streamberry. La solución no está en destruir computadoras cuánticas, sino en exigir transparencia y regulaciones que prioricen a las personas sobre el beneficio corporativo. Como dice Charlie Brooker, creador de Black Mirror: «La tecnología no es el villano; lo son los humanos que la usan sin ética».

Hacia una ciudadanía digital responsable: es hora de actuar

La lección es ineludible. Ninguna ley futura nos protegerá si no exigimos hacerlo: los ciudadanos digitales debemos exigir contratos justos y no retóricas vacías. Cada usuario puede empezar por no aceptar a ciegas.

Antes de pulsar “aceptar”, conviene usar opciones de privacidad y valorar alternativas que no reclamen tantos derechos. Además, la presión debe ser colectiva. Debemos reclamar a los políticos leyes más concretas: sanciones reales a cláusulas abusivas, prohibición estricta de datos biométricos en situaciones no esenciales, transparencia real en el desarrollo de IA. Del mismo modo, como consumidores podemos apoyar tecnologías y empresas que respeten la privacidad en lugar de normalizar estos abusos. El Open Source permite validar la seguridad y la privacidad de todos los servicios digitales a usar.

No podemos seguir depositando ciegamente nuestra confianza en gigantes digitales o en promesas gubernamentales. Como concluye la AEPD en diferentes dictámenes: la protección efectiva de los datos personales requiere “el máximo control” del individuo sobre su información. Para lograrlo necesitamos algo más que discursos: requiere vigilancia ciudadana, educación digital y leyes que se apliquen de verdad, no solo en el papel. Solo así evitaremos que la distopía de Black Mirror se convierta en la realidad cotidiana de nuestros derechos digitales.

Lecturas recomendadas: Términos y condiciones: Guía de supervivencia, El futuro de Hollywood vs. la IA. ¿Es seguro aportar datos a ChatGPT?. Controversias de la ID Digital en la UE

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