Imagina una vida sin mensajes de WhatsApp, sin el traductor de Google, yendo al banco a hacer cola para realizar una transferencia… Imagina tu día a día sin tecnología. Lo digo alto y claro: no lo quiero.
La tecnología is in the air, everywhere I look around -como dice la canción- y ha cambiado nuestros hábitos. Nos hemos acostumbrado a la inmediatez, a usar el móvil para gestionar casi todo y a que la experiencia del usuario, es decir, la nuestra, sea la prioridad. Hacer las cosas fáciles, filosofía del siglo XXI. Sin embargo, cuando nos toca relacionarnos con la sanidad, la cosa cambia. ¡Vuelta al siglo XX! Al papel, a la infinita burocracia y a que la prioridad no sea la del paciente sino la del propio sistema. Ven tú, desplázate tú, moléstate tú para que yo te pueda dar un servicio. Tampoco lo quiero.
En un mundo globalizado, más te vale no ponerte malo fuera de la Región de Murcia. Tu historial médico no es accesible desde otras comunidades autónomas de España ni otros países del mundo. ¿Siglo XXI? Pero volviendo a la radiografía del sistema sanitario. Ya hemos dicho que el paciente no está en el centro, a lo que hay que añadir otro gran reto: el gasto sanitario. Actualmente, el 80% del dinero que se invierte en Sanidad se destina a enfermos crónicos (pacientes con enfermedades de larga duración, como diabetes, asma o una enfermedad cardiovascular). Sin embargo, nuestro sistema de atención sanitaria está enfocado a la gestión de agudos (cuando vas al hospital), no a los crónicos.
Este dato es aún más relevante si lo cruzamos con la esperanza de vida. Cada vez vivimos más, es decir, enfermamos más de los comúnmente llamados achaques, es decir, somos pacientes crónicos en potencia. Consumimos más recursos del sistema sanitario. Hablando en plata: somos más caros. La pregunta es, si ya no somos capaces de atender lo que hay, ¿cómo vamos a dar servicio a todos los que vamos a ser?
Mi conclusión: el sistema actual no es sostenible y no cumple con las expectativas de los ciudadanos – pacientes. Mi propuesta: incorporemos la tecnología para mejorar la atención al paciente, el diagnóstico médico, la gestión… En definitiva, transformación digital para mejorar la calidad de vida de las personas, que es el objetivo común de este sector.
Y no quiero que se me entienda mal. La tecnología no es un fin en sí misma; es uno de los muchos caminos para mejorar lo que ya hay. Pongo un ejemplo. Las personas que tienen problemas de corazón ven disminuida su calidad de vida por el miedo y la sensación de inseguridad ante un posible ataque cardíaco. Se vuelven más dependientes de sus familiares y no realizan actividades cotidianas como salir a pasear solos. La empresa murciana Copcar ha creado una camiseta que monitoriza el corazón en tiempo real. En caso de un ataque, ese sistema alerta al paciente, a un familiar, al médico y a la ambulancia si fuera necesario. Gracias a la tecnología de Copcar, el tiempo de respuesta es tan rápido que hay muchas más probabilidades de supervivencia, además de aportar calidad de vida al paciente en su día a día.
La otra cara de la moneda sería el profesional sanitario, que, como todos sabemos, va desbordado (otro reto). La tecnología, lejos de sustituirlo, puede facilitarle la vida y mucho. Otro ejemplo: el reconocimiento por voz. La empresa murciana Vocali permite al personal médico y de enfermería elaborar informes clínicos sólo con el dictado de voz. Traducción: si mi médico no tiene que rellenar 20 expedientes a mano, tiene más tiempo para dedicármelo a mí como paciente, así que me atenderá mejor. Productividad y beneficio en cadena.
Pues todo esto es lo que llamamos “salud digital”, que en realidad es sencillamente salud, sólo que lleva el apellido digital porque aún no hemos naturalizado el uso de la tecnología. Este apellido desaparecerá -y espero que pronto-, como ya pasó con la banca online, que ahora ya es sólo un servicio más a través de Internet.
Resumiendo: la tecnología existe, está madura y la hemos visto ya aplicada en muchos otros campos. Sé que la salud es un sector que, tradicionalmente, tiene más resistencia al cambio; normal, nos estamos jugando la vida de la gente. Pero, precisamente por eso, ¿no vamos a usar todo lo que está a nuestro alcance para mejorar y salvar vidas?
Quiero que mi médico mire menos al papel o a la pantalla del ordenador y me mire más a mí a los ojos. Quiero poder ponerme enfermo en cualquier comunidad autónoma y que tengan mi historial médico. Que mi amiga Silvia, con una enfermedad crónica como es la diabetes, se relacione con su médico y gestione su medicación a través del móvil, en vez de condicionar su vida personal y profesional con constantes visitas al hospital.
Quiero que las administraciones públicas asuman el liderazgo y se pongan las pilas, quiero una salud del siglo XXI, quiero salud digital.
Fuente: Diario La Verdad / ticbiomed